Además os dejo la dedicatoria de Esther, que me ha emocionado:
"Está dedicado a todos los
niños del Aula de apoyo de mi queridísimo León Felipe y a su profe que no
pierden nunca las fuerzas y les ayuda a superarse a sí mismos."
EL CONEJO Y LA
LIEBRE
Había una vez una liebre y un
conejo, que eran muy amigos y juntos iban siempre a la pradera donde todo los animalitos se
juntaban cada mañana a escuchar al viejo búho que les enseñaba todo lo que
había que saber.
Cada día...llegaba la liebre la primera y un buen rato después su amigo
el conejo, que no era capaz de seguir su ritmo. Eso a veces le hacía sentirse
mal.
La liebre era muy rápida y además muy lista y siempre acaba todo la primera, mientras
que el conejo era algo más lento y le costaba mucho esfuerzo hacer las cosas.
Un día cuando el viejo y sabio búho acabo las lecciones...les propuso un
juego...todos tenían que dibujar en la arena con un palo, el camino que
utilizaban a diario para venir a la pradera.
La liebre se paró a pensar y no se acordaba bien...porque venía cada día
demasiado rápido pero, aunque cometió
algunos errores, dibujo el recorrido.
Cuando llego el turno del conejo, dibujo el mismo camino y recordaba todos y
cada uno de los detalles que había. Hizo un dibujo perfecto sin ningún error,
lo tenía Clarísimo.
Cada mañana lo recorría sin prisas y observaba todo lo que encontraba a su paso.
El búho fue mirando los dibujos y los
felicito a todos por su esfuerzo pero se dirigió especialmente al conejo para
decirle que su trabajo había sido implacable y que con su esfuerzo y constancia
había aprendido el camino mejor que nadie.
Después se dirigió al resto y les dijo:
Me gustaría
explicaros lo que hemos aprendido hoy.
“Hemos aprendido, que lo importante no es el tiempo que tardemos en hacer las cosas, siempre que consigamos hacerlo bien”
“Cada uno
tenemos un ritmo y necesitamos más o menos tiempo para hacer el mismo camino. Pero
lo importante es llegar al mismo destino y a veces los que van más despacito
olvidan menos lo aprendido que los que lo aprendieron demasiado rápido”
Esther, muchísimas gracias, por el cuento y por tu dedicatoria. Es un placer trabajar con tu hijo y contigo. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Que cuento más bonito, Esther! Me gusta mucho porque creo que la moraleja que tiene tendría que ser la idea que nos moviera a todos los que tratamos con niños y educación: “Cada uno tenemos un ritmo y necesitamos más o menos tiempo para hacer el mismo camino. Pero lo importante es llegar al mismo destino y a veces los que van más despacito olvidan menos lo aprendido que los que lo aprendieron demasiado rápido”
ResponderEliminarUn abrazo.